miércoles, 21 de agosto de 2013

SEXUALIDAD EN CAMILLA



Sí, la analogía es muy apropiada para explicarnos por qué, en ciertas etapas de nuestras vidas, independientemente de nuestro grado de deseo (“arousal”), nuestra sexualidad la ponemos sobre una camilla, a la espera de una ambulancia que la lleve probablemente a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Afectivo.

Y una vez nos recibe el especialista, y hace su trabajo de diagnóstico, generalmente encontrará un área (paciente para esta analogía) profundamente afectada, y, como suele suceder en las UCI´s, una proporción alta de casos derivarán a terapias intensivas, y de esos casos una proporción alta fenecerán. Para nuestra analogía, la sexualidad que entra en emergencia, simplemente muere.

Pareciera un “cuento” atribuible a la simple ficción de un autor dedicado al género literario del drama.

Infortunadamente, aún con nuestra natural tendencia a la negación de realidades, el humano, como organismo vulnerable a las enfermedades que afectan el cuerpo, también es vulnerable a las enfermedades que afectan nuestro funcionamiento afectivo. Y la sexualidad, es parte esencial de nuestras emociones. Y por tanto, vulnerable como cualquier otro órgano de nuestro cuerpo.

Qué hace que a veces enfermemos en nuestra sexualidad? Qué hace que muchas veces no nos demos cuenta que estamos enfermos en nuestra sexualidad? Qué hace que muchas veces la enfermedad progrese al punto de ser irreversible, y simplemente muera?. La respuesta, excusando el sincretismo, es la NEGACIÓN. Un proceso psicológico, en principio filogenéticamente adaptativo (útil), pero humanizado y socializado al punto de exceder su uso adecuado (temporal-corto), hacia el extremo de extenderlo en el tiempo (generando una falsa sensación de tranquilidad), pero irremediablemente con un fin desencadenante en la consecuencia de cualquier enfermedad no atendida a tiempo: la posible muerte de su usuario.
Y como todos nuestros órganos, la lección aprendida ya a destiempo: intentos fallidos para recuperarla, cuando ya no hay respuesta, porque las señales basales (“arousal”=deseo) no responden. Y por más que intentamos recuperarla, una vez ha llegado a ese punto cero (-0-), la sexualidad simplemente no revive, se muere. Y con ella el amor.

Lección final: vale la pena llegar a ese punto, ya sabiendo que eso va a ocurrir, ya sabiendo que si no quiero ver esta realidad es porque probablemente estoy en ese estado patológico de NEGACIÓN? Por supuesto, la respuesta es racionalmente un NO VALE LA PENA.

El órgano avisa, la emoción avisa, la sexualidad avisa……si no atendemos estas señales a tiempo, simplemente esperemos lo irremediable: el rompimiento de nuestras relaciones afectivas, por donde menos creíamos: la sexualidad.

Ella, la sexualidad, no necesita manuales ni guías, simplemente necesita ser sentida y atendida como lo que está previsto ontogenéticamente: ser un recurso que, además de procrearnos, nos mantiene estables emocionalmente, en un mundo cada vez más lleno de retos externos, distractores de nuestras necesidades básicas.

Vale la pena, sí, cuidar con naturalidad, con espontaneidad, esa sexualidad de la cual fuimos dotados, y con la cual escogimos un primer día a nuestra pareja actual. Vale la pena.

Edgar León Lozano, Ps.

Agosto 17, 2013

Medinet, agosto 2013