Cada
vez que reflexiono sobre el estado actual de la criminalidad en nuestro país, y
reviso la literatura seria que existe sobre el tema, entro en una profunda
desesperanza, al darme cuenta de cuán lejos estamos de lograr un manejo
adecuado del tema. Y reviso investigación alrededor de todos los actores de un
acto criminal: reviso cómo se está manejando al victimario, a la víctima, a la
familia tanto del victimario como de la víctima, al entorno social, laboral, al
soporte de recuperación, a las consecuencias del acto criminal, en fin, a todo
lo que esté directa e indirectamente correlacionado con las causas, y las
consecuencias del mismo.
Y
muy a mi pesar continúo descorazonado. Por una simple razón: todo termina en
una telaraña enredada inoperante de carácter institucional estatal. Annette
Pearson, Asesora en Atención a Víctimas de la Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación y Miembro de la Sociedad Mundial de Victimología, en su artículo
“La Victimología y sus desarrollos en América Latina”, ponencia presentada ante
la Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense (ALPJF), afirma:
“Al abordar su quehacer exclusivamente desde la óptica de
la víctima, los procesos han sido orientados principalmente hacia debates de
política pública, informes de una situación general, propuestas legislativas,
reflexiones académicas y campañas amplias de denuncia y prevención. En este sentido, se observan muchas experiencias
que han privilegiado intereses colectivos, el discurso y la investigación por
encima de la intervención en crisis, las terapias individuales y la restitución
o la recuperación del ser humano. Sin embargo, ‘el clamor de justicia de los
familiares de las víctimas, así como la lucha de algunos abogados, periodistas,
religiosos, magistrados, políticos y activistas internacionales de solidaridad,
han conducido a la creación de comisiones investigadoras de la verdad´”.
En el
primer mundo, o desarrollado, y previsiblemente más congruente, por ejemplo España,
ya hasta se especifica de manera procedimental institucional, apoyado en la
legislación, el tiempo que un psicólogo debe invertir en su trabajo en una
cárcel: 37 horas semanales, distribuidas en : 13 horas para Entrevistas de
diagnóstico; 8 horas para Redacción de Informes; 9 horas para Terapias
individuales o grupales; 7 horas para reuniones de equipo, Junta, etc… (ver “Psicología
Penitenciaria: más allá de vigilar y castigar”, María Yela, Psicóloga de
instituciones Penitenciarias: Sección de Jurídica, C.O.P.).
Por
otro lado, trabajos serios como el presentado por Norza-Céspedes, et. al (1)
concluyen:
“Por último, se debe fortalecer la atención
física y psicológica en los centros de reclusión.
Concretamente, es necesario enfocarse en las problemáticas que genera la
dependencia al uso de drogas (legales e ilegales) y al alcohol, y el deterioro
emocional que sufren en la cárcel cuando son madres con hijos dependientes, en
su gran mayoría, como lo ha evidenciado el estudio marco de este artículo”.
Ahora bien, vale la pena entender qué se entiende institucionalmente como
CONDUCTA CRIMINAL. Tomemos el resumen de resultados de un estudio reciente en
Colombia (2011-2012), dentro del cual se mencionarán las tipificaciones de la
CONDUCTA CRIMINAL (el resaltado es mío), y de paso nos entera de ciertas
estadísticas interesantes:
“Realizado el comparativo por títulos penales, se evalúa un incremento de
12.063 hechos, reflejados en un 2,47% de aumento, al pasar de 488.948 delitos
en el 2010 a 501.011 en el 2011.
Los delitos que presentan mayor incremento durante el 2011 son “contra los derechos de autor”, con
5.100 casos más, y “contra el
patrimonio económico”, con 2.931 hechos de aumento.
Tres títulos del Código Penal abarcan el 67% del total de la criminalidad
registrada durante el 2011, estos son: delitos “contra el patrimonio económico” (30,87%), “contra la vida y la integridad personal”
(22,28%) y “contra la salud pública”
(13,90%).
En lo referente a los delitos que presentan un importante decremento, se
destacan aquellos contra la salud
pública, el orden económico y
social, con 3.502 y 2.371 casos menos, respectivamente, al comparar los
años 2010 y 2011.
Los homicidios, al
terminar el año 2011, evidenciaron un descenso del 5%, y la frecuencia diaria pasó
a 40 casos frente a 42 en el 2010.
La cifra de homicidios
observada en el 2011 se ubica como uno de los datos históricos en reducción, lo
que evidencia un comportamiento del delito no visto desde hacía 26 años (a), al
presentarse 14.746 homicidios y establecer la tasa nacional en 32 casos por
cada 100.000 habitantes.
El secuestro registró
aumento de 8%, y las modalidades de secuestro
simple y extorsivo
generaron una participación del 68% y 32%, respectivamente.
La extorsión aumentó en
34%, al pasar de 1.352 casos en el 2010 a 1.805 en el 2011. La modalidad más representativa
es la microextorsión, y
existe una participación particular de la extorsión
carcelaria.
Las lesiones personales
registraron una frecuencia diaria de 152 casos en el 2011 (6 más que las registradas
en el 2010). Aumentaron en un 4% y presentaron un alto componente de intolerancia
y dificultad para dirimir conflictos.
Los delitos contra el patrimonio
económico se encasillan como situacionales y de oportunidad, en los
cuales existe una gran influencia del objeto a hurtar, entorno, espacio o
ambiente para su comisión. Por tanto, hay tres objetivos del crimen en este fenómeno
delincuencial que deben interactuar y son motivo de evaluación en el criminal
antes de la comisión de su ilícito, definidos como “el
objeto, la persona y el lugar”; en consecuencia, dependiendo de la accesibilidad, vulnerabilidad,
nivel de lucro, sumado a las probabilidades de éxito del victimario, se
conjugan y dan origen a la decisión en la comisión del comportamiento delictual.
El hurto común
desagregado en tres conductas (residencias, comercio y personas), en sumatoria se
incrementó en 1%, lo que significó que en cada hora ocurrieran 11 hechos.
El aumento en el hurto de
automotores puede contar con una variable relacionada con el
crecimiento del parque de vehículos en Colombia, observado en los últimos años,
por lo que a más objetivos, mayores oportunidades para la delincuencia en el hurto
y comercialización ilegal.
En el 2011 se hurtaron un total de 22.507 vehículos (14.580 motocicletas y
8.205 automotores), lo que ocasionó una variación ascendente del 4%, reflejados
en 963 vehículos más que en el 2010.
(a) En el año 1986 fueron reportados 15.743 homicidios ocurridos en el
país.” (2)
Quiénes
se afectan en toda esta maraña que produce la violencia?. No es solo la víctima
directa. Estoy de acuerdo en mi experiencia clínica con estudios como el de
Echeberrúa, et. Al. (3) y otros muchos, que las secuelas emocionales arrastran
muchas personas durante períodos prolongados, incluso a lo largo de toda su
vida. Son víctimas indirectas del daño psicológico. El suceso negativo desborda
la capacidad de afrontamiento y de adaptación de la víctima a la nueva
situación. Basta con ponerse en los zapatos de un individuo experimentando día
a día (a):
*Sentimientos
negativos: humillación, vergüenza, culpa o ira.
*Ansiedad.
*Preocupación
constante por el trauma, con tendencia a revivir el suceso.
*Depresión.
*Pérdida
progresiva de confianza personal como consecuencia de los sentimientos de
indefensión y desesperanza experimentados.
*Disminución
de la autoestima.
*Pérdida
del interés y de la concentración en actividades anteriormente gratificantes.
*Cambios
en el sistema de valores, especialmente la confianza en los demás y la creencia
en un mundo justo.
*Hostilidad,
agresividad, abuso de drogas.
*Modificación
de las relaciones (dependencia emocional, aislamiento).
*Aumento
de la vulnerabilidad, con temor a vivir en un mundo peligroso, y pérdida de
control sobre la propia vida.
*Cambio
drástico en el estilo de vida, con miedo a acudir a los lugares de costumbre;
necesidad apremiante de trasladarse de domicilio.
*Alteraciones
en el ritmo y el contenido del sueño.
*Disfunción
sexual.
(a)Esbec,
2000, modificado, referenciado en Echeberrúa, et al)
Se
habla de daño psíquico, de daño moral, de lesiones psíquicas, de secuelas
emocionales, de vulnerabilidad, etc. Lo cierto es que nuestra primera
operacionalización de daño mental en una víctima (directa o indirecta) apunta
en la mayoría de los casos a entidades ya tipificadas clínicamente dentro de
los estándares del SPT.
Es
evidente, el daño es profundo.
Y mi
reflexión llega a preguntarme qué sucede en el interior psicológico de un
sujeto que produce semejante daño a una víctima. Por supuesto el DSM-V es un
buen comienzo para identificar diferentes patologías. Pero hay un común
denominador en todo esto: déficit en control de impulsos y creencias firmes en
un sistema de antivalores. Estos dos elementos en conjunto reciclan. Cada vez
que el victimario produce un daño, curiosamente refuerza la convicción de que
lo que hizo está “justificado”, sin importar que algunos sujetos sienten cierto
grado de culpa o arrepentimiento, y otros definitivamente no poseen tal proceso
cerebral de la información y sin más, no sienten que hacen mal. Las diferentes
investigaciones en población carcelaria apoyan esta reflexión, por ejemplo
cuando se observa la altísima prevalencia en la reincidencia en el delito.
Solo
me da consuelo de explicación ante tal hecho lo que hoy día conocemos como
psicología evolutiva, dentro de la cual encontramos a lo largo de la historia
de los seres, factores de auto-destrucción aparentemente liderados por
individuos de las especies que aparentemente tienen la función evolutiva de
generar justamente este tipo de conductas desadaptativas.
Y
solo puedo llegar a una conclusión, profundamente desesperanzadora, pero
contundentemente real: debe existir alguna ley natural que nos impele como raza
a autodestruirnos. Y para ello, por más “civilizados” que seamos, siempre habrá
elementos sociales en cabeza de individuos, que lideren esa vía de auto-destrucción,
que bien la podríamos denominar selección natural, y siempre estaremos enfrentando
un juego hacia la contención del delito, pera a la vez siempre estaremos enfrentando
reductos que reciclan y reparan el gen violento que siempre ha estado a lo largo
de los siglos en nuestro comportamiento.
(1)”Descripción
de la criminalidad femenina en Colombia: factores de riesgo y motivación
criminal”, Ervin Norza-Céspedes, Andrea González-Rojas, Manuel Moscoso-Rojas,
Juan David González-Ramírez, grupo de investigación Observatorio del delito-OBSER
DIJIN GrupLac COL0117778 (Colciencias), con el apoyo del Centro de Recursos
para el Análisis de Conflictos –CERAC-, issn 1794-3108. REV.CRIM., VOLUMEN 54,
NÚMERO 1, ENERO-JUNIO 2012, pp 339-357, BOGOTÁ,D.C.,COLOMBIA.
(2) Exégesis de los delitos en Colombia, 2011,
Ervyn Norza-Céspedes, Walther Alfonso López-Guaje, María Ximena
Peñalosa-Otero, Observatorio del Delito, Dirección de Investigación
Criminal e INTERPOL.Bogotá, D. C., Colombia, ISSN 1794-3108. Rev. crim., Volumen 54, número
1, enero-junio 2012, pp. 17-54, Bogotá, D. C., Colombia.
(3) “Evaluación del daño psicológico en las víctimas de delitos violentos”,
Enrique Echeberrúa/Paz del Corral/Pedro J. Amor, Departamento de Personalidad,
Evaluación y Tratamientos Psicológicos, Facultad de Psicología, Universidad del
País Vasco. Psicopatología Clínica, Legal y forense, Vol 4. 2004, pp. 227-244.
Medinet, julio de 2013