martes, 9 de julio de 2013

SALUD MENTAL Y CRIMINALIDAD


Cada vez que reflexiono sobre el estado actual de la criminalidad en nuestro país, y reviso la literatura seria que existe sobre el tema, entro en una profunda desesperanza, al darme cuenta de cuán lejos estamos de lograr un manejo adecuado del tema. Y reviso investigación alrededor de todos los actores de un acto criminal: reviso cómo se está manejando al victimario, a la víctima, a la familia tanto del victimario como de la víctima, al entorno social, laboral, al soporte de recuperación, a las consecuencias del acto criminal, en fin, a todo lo que esté directa e indirectamente correlacionado con las causas, y las consecuencias del mismo.
Y muy a mi pesar continúo descorazonado. Por una simple razón: todo termina en una telaraña enredada inoperante de carácter institucional estatal. Annette Pearson, Asesora en Atención a Víctimas de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación y Miembro de la Sociedad Mundial de Victimología, en su artículo “La Victimología y sus desarrollos en América Latina”, ponencia presentada ante la Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense (ALPJF), afirma:

“Al abordar su quehacer exclusivamente desde la óptica de la víctima, los procesos han sido orientados principalmente hacia debates de política pública, informes de una situación general, propuestas legislativas, reflexiones académicas y campañas amplias de denuncia y prevención. En  este sentido, se observan muchas experiencias que han privilegiado intereses colectivos, el discurso y la investigación por encima de la intervención en crisis, las terapias individuales y la restitución o la recuperación del ser humano. Sin embargo, ‘el clamor de justicia de los familiares de las víctimas, así como la lucha de algunos abogados, periodistas, religiosos, magistrados, políticos y activistas internacionales de solidaridad, han conducido a la creación de comisiones investigadoras de la verdad´”.

En el primer mundo, o desarrollado, y previsiblemente más congruente, por ejemplo España, ya hasta se especifica de manera procedimental institucional, apoyado en la legislación, el tiempo que un psicólogo debe invertir en su trabajo en una cárcel: 37 horas semanales, distribuidas en : 13 horas para Entrevistas de diagnóstico; 8 horas para Redacción de Informes; 9 horas para Terapias individuales o grupales; 7 horas para reuniones de equipo, Junta, etc… (ver “Psicología Penitenciaria: más allá de vigilar y castigar”, María Yela, Psicóloga de instituciones Penitenciarias: Sección de Jurídica, C.O.P.).

Por otro lado, trabajos serios como el presentado por Norza-Céspedes, et. al (1) concluyen:
Por último, se debe fortalecer la atención física y psicológica en los centros de reclusión. Concretamente, es necesario enfocarse en las problemáticas que genera la dependencia al uso de drogas (legales e ilegales) y al alcohol, y el deterioro emocional que sufren en la cárcel cuando son madres con hijos dependientes, en su gran mayoría, como lo ha evidenciado el estudio marco de este artículo”.

Ahora bien, vale la pena entender qué se entiende institucionalmente como CONDUCTA CRIMINAL. Tomemos el resumen de resultados de un estudio reciente en Colombia (2011-2012), dentro del cual se mencionarán las tipificaciones de la CONDUCTA CRIMINAL (el resaltado es mío), y de paso nos entera de ciertas estadísticas interesantes:

“Realizado el comparativo por títulos penales, se evalúa un incremento de 12.063 hechos, reflejados en un 2,47% de aumento, al pasar de 488.948 delitos en el 2010 a 501.011 en el 2011.

Los delitos que presentan mayor incremento durante el 2011 son “contra los derechos de autor”, con 5.100 casos más, y “contra el patrimonio económico”, con 2.931 hechos de aumento.

Tres títulos del Código Penal abarcan el 67% del total de la criminalidad registrada durante el 2011, estos son: delitos “contra el patrimonio económico” (30,87%), “contra la vida y la integridad personal” (22,28%) y “contra la salud pública” (13,90%).

En lo referente a los delitos que presentan un importante decremento, se destacan aquellos contra la salud pública, el orden económico y social, con 3.502 y 2.371 casos menos, respectivamente, al comparar los años 2010 y 2011.

Los homicidios, al terminar el año 2011, evidenciaron un descenso del 5%, y la frecuencia diaria pasó a 40 casos frente a 42 en el 2010.

La cifra de homicidios observada en el 2011 se ubica como uno de los datos históricos en reducción, lo que evidencia un comportamiento del delito no visto desde hacía 26 años (a), al presentarse 14.746 homicidios y establecer la tasa nacional en 32 casos por cada 100.000 habitantes.

El secuestro registró aumento de 8%, y las modalidades de secuestro simple y extorsivo generaron una participación del 68% y 32%, respectivamente.

La extorsión aumentó en 34%, al pasar de 1.352 casos en el 2010 a 1.805 en el 2011. La modalidad más representativa es la microextorsión, y existe una participación particular de la extorsión carcelaria.

Las lesiones personales registraron una frecuencia diaria de 152 casos en el 2011 (6 más que las registradas en el 2010). Aumentaron en un 4% y presentaron un alto componente de intolerancia y dificultad para dirimir conflictos.

Los delitos contra el patrimonio económico se encasillan como situacionales y de oportunidad, en los cuales existe una gran influencia del objeto a hurtar, entorno, espacio o ambiente para su comisión. Por tanto, hay tres objetivos del crimen en este fenómeno delincuencial que deben interactuar y son motivo de evaluación en el criminal antes de la comisión de su ilícito, definidos como “el objeto, la persona y el lugar”; en consecuencia, dependiendo de la accesibilidad, vulnerabilidad, nivel de lucro, sumado a las probabilidades de éxito del victimario, se conjugan y dan origen a la decisión en la comisión del comportamiento delictual.

El hurto común desagregado en tres conductas (residencias, comercio y personas), en sumatoria se incrementó en 1%, lo que significó que en cada hora ocurrieran 11 hechos.

El aumento en el hurto de automotores puede contar con una variable relacionada con el crecimiento del parque de vehículos en Colombia, observado en los últimos años, por lo que a más objetivos, mayores oportunidades para la delincuencia en el hurto y comercialización ilegal.

En el 2011 se hurtaron un total de 22.507 vehículos (14.580 motocicletas y 8.205 automotores), lo que ocasionó una variación ascendente del 4%, reflejados en 963 vehículos más que en el 2010.

(a) En el año 1986 fueron reportados 15.743 homicidios ocurridos en el país.” (2)

Quiénes se afectan en toda esta maraña que produce la violencia?. No es solo la víctima directa. Estoy de acuerdo en mi experiencia clínica con estudios como el de Echeberrúa, et. Al. (3) y otros muchos, que las secuelas emocionales arrastran muchas personas durante períodos prolongados, incluso a lo largo de toda su vida. Son víctimas indirectas del daño psicológico. El suceso negativo desborda la capacidad de afrontamiento y de adaptación de la víctima a la nueva situación. Basta con ponerse en los zapatos de un individuo experimentando día a día (a):
*Sentimientos negativos: humillación, vergüenza, culpa o ira.
*Ansiedad.
*Preocupación constante por el trauma, con tendencia a revivir el suceso.
*Depresión.
*Pérdida progresiva de confianza personal como consecuencia de los sentimientos de indefensión y desesperanza experimentados.
*Disminución de la autoestima.
*Pérdida del interés y de la concentración en actividades anteriormente gratificantes.
*Cambios en el sistema de valores, especialmente la confianza en los demás y la creencia en un mundo justo.
*Hostilidad, agresividad, abuso de drogas.
*Modificación de las relaciones (dependencia emocional, aislamiento).
*Aumento de la vulnerabilidad, con temor a vivir en un mundo peligroso, y pérdida de control sobre la propia vida.
*Cambio drástico en el estilo de vida, con miedo a acudir a los lugares de costumbre; necesidad apremiante de trasladarse de domicilio.
*Alteraciones en el ritmo y el contenido del sueño.
*Disfunción sexual.
(a)Esbec, 2000, modificado, referenciado en Echeberrúa, et al)
Se habla de daño psíquico, de daño moral, de lesiones psíquicas, de secuelas emocionales, de vulnerabilidad, etc. Lo cierto es que nuestra primera operacionalización de daño mental en una víctima (directa o indirecta) apunta en la mayoría de los casos a entidades ya tipificadas clínicamente dentro de los estándares del SPT.

Es evidente, el daño es profundo.

Y mi reflexión llega a preguntarme qué sucede en el interior psicológico de un sujeto que produce semejante daño a una víctima. Por supuesto el DSM-V es un buen comienzo para identificar diferentes patologías. Pero hay un común denominador en todo esto: déficit en control de impulsos y creencias firmes en un sistema de antivalores. Estos dos elementos en conjunto reciclan. Cada vez que el victimario produce un daño, curiosamente refuerza la convicción de que lo que hizo está “justificado”, sin importar que algunos sujetos sienten cierto grado de culpa o arrepentimiento, y otros definitivamente no poseen tal proceso cerebral de la información y sin más, no sienten que hacen mal. Las diferentes investigaciones en población carcelaria apoyan esta reflexión, por ejemplo cuando se observa la altísima prevalencia en la reincidencia en el delito.

Solo me da consuelo de explicación ante tal hecho lo que hoy día conocemos como psicología evolutiva, dentro de la cual encontramos a lo largo de la historia de los seres, factores de auto-destrucción aparentemente liderados por individuos de las especies que aparentemente tienen la función evolutiva de generar justamente este tipo de conductas desadaptativas.

Y solo puedo llegar a una conclusión, profundamente desesperanzadora, pero contundentemente real: debe existir alguna ley natural que nos impele como raza a autodestruirnos. Y para ello, por más “civilizados” que seamos, siempre habrá elementos sociales en cabeza de individuos, que lideren esa vía de auto-destrucción, que bien la podríamos denominar selección natural, y siempre estaremos enfrentando un juego hacia la contención del delito, pera a la vez siempre estaremos enfrentando reductos que reciclan y reparan el gen violento que siempre ha estado a lo largo de los siglos en nuestro comportamiento.

(1)”Descripción de la criminalidad femenina en Colombia: factores de riesgo y motivación criminal”, Ervin Norza-Céspedes, Andrea González-Rojas, Manuel Moscoso-Rojas, Juan David González-Ramírez, grupo de investigación Observatorio del delito-OBSER DIJIN GrupLac COL0117778 (Colciencias), con el apoyo del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos –CERAC-, issn 1794-3108. REV.CRIM., VOLUMEN 54, NÚMERO 1, ENERO-JUNIO 2012, pp 339-357, BOGOTÁ,D.C.,COLOMBIA.
(2) Exégesis de los delitos en Colombia, 2011, Ervyn Norza-Céspedes,  Walther Alfonso López-Guaje, María Ximena Peñalosa-Otero, Observatorio del Delito, Dirección de Investigación Criminal e INTERPOL.Bogotá, D. C., Colombia,  ISSN 1794-3108. Rev. crim., Volumen 54, número 1, enero-junio 2012, pp. 17-54, Bogotá, D. C., Colombia.

(3) “Evaluación del daño psicológico en las víctimas de delitos violentos”, Enrique Echeberrúa/Paz del Corral/Pedro J. Amor, Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos, Facultad de Psicología, Universidad del País Vasco. Psicopatología Clínica, Legal y forense, Vol 4. 2004, pp. 227-244.



Medinet, julio de 2013 

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